domingo, 21 de septiembre de 2008

Niños, niños, niños...

Wolfgang Amadeus Mozart

Y ya que hablamos de niños, les dejamos un interesante artículo que aunque no habla específicamente de títeres, muestra aspectos importantes de la niñez con la que la mayoría de nosotros trabajamos constantemente, y en particular de un par de niños que aún hoy influencian nuestras obras de alguna manera.
Y al final, una interesante pregunta...

¡Vivan los Títeres!
UNIMA Región Bajío.

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VIDA DE NIÑO GENIO

Por Luz Angélica Colín

El 16 de diciembre de 1770, nacía Beethoven en una paupérrima buhardilla de los barrios de Bonn, Alemania, hijo del tenor Johann van Beethoven y de María Magdalena Lamí. En medio de una infancia poco menos que infernal, según la descripción de varios de sus biógrafos, Beethoven solo conservó el recuerdo agradable de dos personas a lo largo de su vida: su abuelo, que fallece cuando él va a cumplir apenas tres años de edad, y su madre, para la cual tuvo un cariño inagotable. Mujer reservada, obligada a callar y blanco, tanto como él, de los maltratos de su padre, hombre iracundo, estólido y dado a la bebida, para quien los estudios no tenían mayor importancia, tanto cuanto no servían para producir dinero rápidamente. Él mismo, sin llegar a escribir siquiera su nombre correctamente, descuidó la formación académica de Beethoven y lo obligó a someterse a atroces sesiones musicales intentando crear en su hijo, otro “Mozart” y con ello una fuente estable de ingresos, usando para ello una brutalidad sin escrúpulos. Los primeros rasgos de talento musical del pequeño Ludwig se manifiestan a los cuatro años de edad, por lo que al padre solo le importa convertirlo en un niño prodigio. Puesto que sentado no alcanzaba las teclas del piano, parado sobre el taburete la criatura tenía que hacer sus ejercicios. Cada vez que sus ejecuciones no dejaban satisfecho a su padre, éste lo encerraba en los sótanos después de golpearlo. No es sino hasta los ocho años de edad, que Johann Beethoven puede exhibir públicamente a su hijo con la interpretación de varios conciertos de piano, haciéndolo pasar por un niño de seis. En 1779, Johann confía la educación musical del niño a su colega Tobías Friedrich Pfeiffer, sujeto de carácter poco sutil y nada confiable, personaje que influye tanto positiva como negativamente en la formación del niño, pues de él aprende no solamente música. Pfeiffer y Johann, al regresar de sus juergas solían despertar al niño y obligarlo violentamente a estudiar hasta altas horas de la madrugada. El ambiente sórdido de su niñez generó en Ludwig su carácter retraído, misántropo, descuidado en su arreglo e higiene; Es a consecuencia de ese abandono que contrae la viruela lo que deja marcas indelebles en su rostro. A los 16 años padece ataques asmáticos con resfriados frecuentes acompañados de cefaleas; síntomas que rebelan un estado emocional cáustico derivado del maltrato. Viruela, descuido y abandono que de acuerdo con el especialista médico Jorge García Gómez, autor de Genio y Drama: La Sordera de Beethoven -doctor que revisó muchos años mas tarde, la autopsia practicada al cuerpo del genio-, derivó en una total sordera a los veinticuatro años de edad. A pesar de todo ello, el para entonces joven Beethoven, de acuerdo al testimonio de quienes lo conocían, poseía aún rasgos de carácter que denotaban su nobleza de corazón seguramente herencia de su madre; un alma con bondad sin limites, amor a la verdad y a la humanidad; conciencia de su valor y una tenacidad de hierro. Por otra parte su sensibilidad se manifiesta en exaltados impulsos de fuerza, alegría, tristeza, melancolía, en un anhelo jamás alcanzado; la paz y la quietud interior. Incomprendido por la masa, termina decepcionado, afligido por los que estuvieron más próximos a él, nunca satisfecho en su inmenso anhelo de amor, para ser enteramente lo que fue durante toda la vida: el más solitario de los hombres. Una declaración hecha por el propio genio puede sernos mucho más reveladora respecto de su estado emocional:

"Mi audición en los últimos dos años es cada día más pobre; los ruidos en los oídos se hacen permanentes y ya en el teatro tengo que colocarme muy cerca de la orquesta para entender al autor. Si estoy retirado no oigo los tonos altos de los instrumentos. A veces puedo entender los tonos graves de la conversación pero no entiendo las palabras. Mis oídos son un muro a través del cual no puedo entablar ninguna conversación con los hombres".

Lo que más sorprende por insólito y contradictorio, es que a medida que su sordera progresa, su obra se engrandece. Lee sus composiciones como un libro sin servirse de su audición, por asociación inmediata entre la imagen musical y la auditiva. Conoce el efecto que producen las notas musicales y sin ningún intermediario material analiza las cualidades, efectos y sonidos de la pieza sinfónica. Su guía era un lenguaje musical interior y escribe y coordina sus pensamientos melódicos por asociaciones sensopsíquicas. Su sordera lo aísla de amigos y admiradores pues le resulta bochornoso que su invalidez se haga aparente. Cuando el maestro va perdiendo las esperanzas de recuperar su audición, intenta suicidarse, pero el amor a la música y la creación continua lo detienen, prolongando, según sus propias palabras, su vida miserable. Se vuelve melancólico y extraño adquiriendo la personalidad de un neurótico auditivo. Se queja de la frustración en su existencia al no poder llevar una vida social como desea y quedar reducido a la soledad. Carente de atractivos físicos, rodeado de grandes admiradoras que formaban parte de la nobleza, sólo fueron para él sublimes en la amistad. El amor hacia la mujer lo sintió profundamente y lo proyectó en su música; pero su sordera lo obliga a amarlas en silencio. Pese a ello, enamora a Teresa Breuning, al tiempo que ocurre la grandiosa serie de triunfos que viene recogiendo tanto en la creación como en la ejecución. Al parecer Teresa es la inmortal amada de Beethoven, pero muy poco dura su alegría, Teresa lo abandona dejándolo en el olvido, la tristeza y la desesperación. Dos años más tarde se enamora de Bettina quien es íntima amiga de Goethe; Por su parte ella se enamoró de su virtuosismo en el arte y así lo manifiesta a sus amigos. Sin embargo, también estos amores terminan muy pronto pues ésta se casa. Su permanente conflicto emocional aunado al trauma psíquico que produjo su sordera, da contrastes de alegría y de tristeza, de esperanza y pesimismo a su obra a la que confiere un acento más importante y un valor incomparable. El Conde Jahn Franz se refería a Beethoven así:
"Su vida sentimental fue un misterio indescifrable. Para él, el amor no era voz ni palabra sino una melodía, y el confidente de todas las horas fue el piano al cual él le confió sus penas y sus alegrías".
Alguien dijo que también fue su único tratamiento. Quizá Beethoven pudo superar su invalidez con una infinita capacidad para sufrir, decantada desde su niñez, la única invalidez real es la del espíritu que no se cura jamás como bien lo sabía Wolfang Amadeus Mozart, maestro de Beethoven.

BEETHOVEN; VIDA DE NIÑO GENIO, SU RELACION CON MOZART

Beethoven fue discípulo de Mozart por breve tiempo, quizá hubiera deseado serlo por un lapso más largo, sin embargo la gravedad de su madre lo hace regresar al terruño para verla morir, y con ella, un fragmento de su alma.
Mozart quedó tan impresionado por el genio de Ludwig que deja para la historia aquella aseveración acerca de él: “Seguidle los pasos, el mundo hablará de él”. Pero el mundo hablaría de ambos y Mozart lo sabía. Cuando tenía solo tres años, pidió a su padre, violinista y compositor, que le enseñara piano. Aprendía con gran facilidad, y al poco tiempo no sólo interpretaba, sino que comenzó a componer. A los seis años ya era concertista y realizó una gira por Munich y Viena. A los siete publicó sus primeras composiciones. Del padre de Mozart se dice igualmente, aunque no era un iletrado como el padre de Beethoven, que se trataba de un hombre duro, de un explotador de su hijo, el cual era amaestrado para ser exhibido como atracción de feria o circo haciéndole ganar dinero al padre. En descargo del padre, algunos estudiosos de la vida de Amadeus, afirman que Leopold Mozart, aunque terriblemente severo y aplicando métodos muy discutibles, también permitió una educación que de otra forma difícilmente hubiera logrado el niño. Como si se tratara del hombre elefante, Leopold, hizo de ejecutor de la carrera de Wolfgang, exhibiendo su genio en todos los rincones que le fue posible. Marcaba reglas durísimas que Wolfgang trasgredía cada vez que podía. Pese a ello, hay biógrafos que afirman –como es el caso de Lincoln Maistegui en su libro "Mozart, detrás de la máscara" (Secondo Escandell S.A. Montevideo.1977): “En efecto, me resulta difícil aceptar una cosa y rechazar la otra. Leopold fue un padre muy duro, un padre que le quitó la niñez, le impidió ir a la escuela, que lo llevó por caminos terribles en las condiciones más tremendas cuando él tenía 6, 7, 8, 9, 10 años por toda Europa, lo exhibió como fenómeno de circo pero le permitió, siendo hijo de una familia modesta, estudiar en Londres con John Christian Bach, estudiar en Bologna con el padre Martini, conocer a todos los músicos franceses íntimamente. Entonces, Mozart es el compositor más formado de toda la Historia, el más sabio, el que destaca en todos los géneros. Y eso sólo es posible si ésa educación se tuvo de niño, y siendo un niño genial, la posibilidad que tuvo él de recorrer Europa y poder estudiar con lo mejor de lo mejor”. Norma Vanni, en su ensayo titulado Mozart, ese genio inestable, señala las terribles discrepancias y los métodos muy poco ortodoxos, para lograr sacar de un niño –ciertamente con talento sobresaliente- una genialidad hecha a base de golpes, sufrimiento, privaciones y renuncia: “El optimismo y la serenidad de la música de Mozart están en profundo contraste con una vida marcada por las deudas y en constante inestabilidad. Mozart fue un niño prodigio (n. 1756) empezó a golpear las teclas del clavicémbalo a los tres años, tocaba el violín a los cuatro y compuso su primera obra al tiempo que dio las primeras ejecuciones en público a los cinco y medio. Su vida estaba llena de música, y su papá, notable violinista, comprendió la posibilidad de ganar dinero con el extraordinario talento de Wolfgang, arreglándoselas para emprender giras por Europa para exhibir ese milagro musical único y asegurar un futuro independiente para sí y para su hijo. Desde la edad de seis años, empleó los siguientes once años de su vida en giras, concretó exhibiciones en todas las grandes ciudades y ante prominentes personalidades”. Como a Beethoven, a la vida de Mozart le faltó las importantes horas dedicadas al juego, tiempo para ir a la escuela con otros niños de su edad, tiempo de maduración y de toma de responsabilidades. Esa vida de viajes continuos afectó no solamente su salud sino también su personalidad, mostrando una sed inacabable de afecto y de relaciones humanas que no fue sanamente correspondida. Siempre enfermo y quebradizo como un cristal delgado, conoció mucha gente destacada socialmente, pero que resultó poco importante a la hora de llenar su vacío afectivo. No es sino hasta 1773 que conoce a Aloysia Weber, una soprano de apenas dieciséis años, de quien se enamora perdidamente al grado de abandonar todos sus planes y proyectos a futuro con tal de cortejar a la joven trasladándose a París, sin conseguir su objetivo. Para entonces Wolfgang ya no era un niño prodigio, así que regresó a Salzburgo, aceptando un puesto de organista al lado del arzobispo. No permanece allí largo tiempo, dado que aquello era para él una situación intolerable y llena de restricciones, por lo que marcha buscando a su enamorada, la cual ya se había casado. Decepcionado decide centrar toda su atención en la hermana menor; Constanza, con la que se casa y son aparentemente felices comportándose en no pocas ocasiones como dos niños revoltosos que no habían tenido infancia, lo que desde luego era cierto. Si bien su situación económica había mejorado, su administración no, sugiriendo una gran inestabilidad que se tradujo a todos los órdenes de su vida. Mozart que no sabía estar quieto (en un año se mudó nueve veces), nunca logró uno de sus mayores anhelos; un puesto importante en la corte, por lo que tuvo una vida muy azarosa aceptando los encargos que recibía que no eran muy redituables. En 1791, le llegó un nombramiento tardío de director musical de la catedral de San Esteban, cargo que le habría librado de sus preocupaciones, sin embargo para entonces ya estaba muy enfermo.

Mozart ha sido certeramente descrito como “Un niño sin edad madura y un adulto sin niñez". Incapaz de desarrollar una personalidad estable y una vida plena, produjo mucha de la música más bella que ha existido, considerado uno de los más grandes creadores, sin embargo, al revisar la vida de estos dos grandes genios de la música, salta una pregunta a gritos: ¿Niños genio? ¿A qué precio de su niñez?

En todas las épocas ha permanecido latente el afán de muchos padres de familia por demostrar que “sus hijos” son niños prodigio, niños genio, niños adelantados a su edad, su madurez y su tiempo. En una especie de competencia absurda no falta quien intenta demostrar que con el ingreso a la primaria de su hijo de apenas 5 años, el pequeño es en verdad más adelantado que el resto. No falta quien asegure que su bebé caminó antes que la edad promedio y vemos niños con problemas posturales debido a que se violenta su desarrollo natural en aras de convertirlos en seres “supuestamente” más avanzados
En el terreno artístico, el asunto se torna sórdido hasta el absurdo. En el afán de tener un hijo sobresaliente y cumplir los sueños del padre, se le somete a sesiones interminables de ensayos, clases, entrenamiento, todo con tal de demostrar que el pequeño en cuestión es un superdotado, el que seguramente sacará a la familia de apuros económicos e incluso del anonimato. Situación que lleva a los niños a vivir una madurez forzada, una infancia sin juego, una adultez prematura, atendiendo responsabilidades y cargas de trabajo que están muy lejos de tener la capacidad emocional, mental y a veces física, de soportar, amén de huellas visibles de daño emocional traducidos como incapacidad para relacionarse con otras personas, inmadurez en la vida adulta, estados de profunda depresión y súbita euforia alternados, etc.

Ingredientes como estos pueden encontrarse en la mayor parte de las biografías de aquellos que fueron considerados genios, artistas brillantes que destacaron en sus áreas muy por encima de la media. Los dos ejemplos de vida –Wolfgang y Ludwig- pueden dar fe de la pobreza de espíritu de los padres, de la grandeza de alma de quienes fueron sometidos a una exacerbada y a veces distorsionada disciplina forzada y forzosa en la búsqueda de ésa genialidad, condenados con ello a una vida sombría e infeliz, tan intensa y álgida como la genialidad con la que fueron marcados.
Derivado de ello, cabría preguntarse, si la supresión de una infancia feliz con el consentimiento de los niños o sin él, es cruel y abusiva desde todos los ángulos, dado que un niño está sometido a la tutela y autoridad de sus padres, quienes si así lo desean pueden amaestrarlos para saltar y hacer piruetas según su batuta y de acuerdo a las necesidades del mercado, o nuestra postura nos permite solo regodearnos en la grandeza de su genio y el regalo de su arte considerando que el fin justifica los medios aun a costa de su propia felicidad, en una paradoja difícil de disecar.

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